domingo, 10 de abril de 2011

AROWANAS















El arowana es el nombre de una especie de peces, que tiene un comportamiento muy peculiar. Los peces arowanas llevan a sus hijos dentro de la boca en sus desplazamientos. Los jóvenes alevines, pueden hacer varios viajes provisionales, fuera de la boca de los padres, para investigar los alrededores, pero luego, vuelven a la boca de papá. Esta inédita sobreprotección, es el escudo para defenderlos de los peligros exteriores.
Yo no quiero que nadie me lleve en la boca, ni en brazos, ni siquiera que todos los días me echen un sermón, ni que me recuerden, que las cosas no son como yo las veo ahora. No tienen porque martillearme, antes de acostarme, con que el futuro está a la vuelta de la esquina, ni con las cifras del paro. Que si no estudio, ni leo, ni ayudo en casa, no me haré alguien de provecho.

Lo sé, sé que es así, pero dejarme descubrir la vida por mí mismo, y equivocarme, y caerme, y mancharme, y tener la habitación desordenada, aunque sólo sea un día a la semana.

Sé que el fracaso escolar viene seguido muchas veces del abandono escolar, y que ese camino no me llevará a ningún lado.
Lo sé. Como también sé, que hay otros lugares en el mundo dónde en vez de pupitre, los niños y jóvenes en edad escolar, tienen herramientas de trabajo, y son explotados laboralmente. De la misma forma que veo, como las lacras que nos adjudican a la juventud (la droga, el alcohol, el desempleo juvenil…), no son una exclusividad de nuestra edad. Pero por las razones que sean, estos problemas aparecen fijados, apareados, adheridos a la palabra joven, como si fueran algo inherente a nuestra etapa vital.
Y es injusto, como injusto es que identifiquen un zarcillo en la oreja, o un peinado determinado, con una conducta agresiva o marginal.
La mayoría, por no decir todas, de las definiciones y clasificaciones de la juventud que rulan por ahí, están hechas por adultos, por tanto, bajo su prisma. Y es una visión sesgada, totalmente subjetiva. Hay más, mucho más, pero sólo nosotros podemos cambiar esa visión distorsionada, generalizada que tienen de nuestra edad. ¿Cómo? Participando, moviéndonos, no quedándonos quietos en la apatía, implicándonos. Viniendo a ferias como éstas, que va ya por su tercera edición, y participando en las múltiples posibilidades educativas y lúdicas que nos ofrecen. Puede que la estrella de esta feria sea la gymkhana para la formación y el empleo, no dejemos que pase la feria sin apuntarnos a ella. Movámonos. Este sí es un verbo inherente a la juventud, el movimiento.
Desmontemos esa etiqueta que nos han colgado de generación ni-ni (ni estudio ni trabajo). No permitamos que identifiquen al todo por la parte, y, por supuesto, no formemos parte de ese mínimo colectivo apático.

Somos muchos lo que estudiamos, muchos los que trabajamos, y tampoco faltan quienes estudian y trabajan, ¿por qué no salimos todos estos en las estadísticas?
Que la vida no es tan catastrófica como la pintan en los telediarios. Que también hay cosas buenas. Y ser joven es una de esas cosas. Porque ser joven no es ninguna enfermedad, que, a veces, lo pienso, de tanto escuchar que los jóvenes de hoy somos irresponsables, maleducados, caprichosos, rebeldes y ociosos.
Miren ustedes, no todos, ni siempre. Los jóvenes, por si a alguien se le olvidó, no somos una especie aparte. Somos parte del camino, que venimos de la infancia y de la adolescencia, y que vamos hacia la madurez, pero, que no podemos llegar a ella, dando saltos con las botas de siete leguas. Dejadnos ser jóvenes, que no es dejadnos hacer lo que nos de la gana. Es comprender que el joven no es un ser aislado, sino que forma parte del proceso, de la vida, que sólo es una etapa más.
Pero que hay que disfrutarla, no sufrirla. Y cuando digo disfrutarla, no sólo pienso en la diversión, que también.
Pienso en que las cosas hay que hacerlas, pero quizás, no corriendo, y ahora mismo, o esto o nada. Y que si me he vuelto perezoso, y no estudio, ni atiendo…antes de castigarme, escúchame, háblame, pero, por favor, sobre todo, escúchame.
Muchas veces no tengo ni que decírtelo, si me escuchas, me observas, y esperas la respuesta antes de darme la bronca, seguro que este mal momento pasa. También es importante que me enseñes a bajar las escaleras, tanto, o más, que a subirlas.
Uno de los pocos inconvenientes que tiene ser joven, es que no sabemos, aún, ponerle a las gafas de ver la vida, cristales de colores. Todo lo vemos, o blanco, o negro.
Enséñame a eso, igual que me enseñaste a leer y a escribir, y a hacer ecuaciones, logaritmos o integrales.

Enséñame también a que las cosas cambian, a aceptarlo, a que hay grises, y colores, a relativizar mis problemas, y, a no hundirme antes del desembarco.
Enséñame a vivir, no sólo a calcular, y enséñame a querer, no sólo a conseguir cosas.
Y enséñame a respetar, a quién comparte conmigo pupitre y cree en un Dios distinto al mío, enséñame a elegirles para mi equipo de fútbol o baloncesto, sean blancos, morenos o amarillos.
Pero enséñame, no diciéndomelo, sino yéndote tú a tomar cervezas con sus padres, sean blancos, morenos o amarillos. No me digas nunca que estás en el paro por culpa de uno que vino de fuera, porque me harás pensar, que tu padre, o tu abuelo, también le robó a otro su puesto de trabajo, cuando tuvo que irse de Carmona a otro lugar dónde le ofrecieron una nómina para vivir. Es lo mismo, no te empeñes en que es distinto.
Enséñame a levantarme y abrazar al nuevo día, tanto si amanece gris, como si nace soleado; no me enseñes a cogerle por el cuello y estar enfadado con la rutina las próximas 24 horas, y si me enfado, que sólo me dure el tiempo que dura el enfado.
Los lakotas son un tribu de indios que educan con su ejemplo.
Yo quiero, que tú, y yo, seamos lakotas.
Que no me digas que yo lea, sino que tú leas.
Que no me digas que ayude en casa, sino que tú ayudes.
Que no me digas que no fume, sino que tú no fumes.
Quiero que hagas lo que tú debas hacer, y yo, casi seguro, te seguiré. Porque no soy lo que escucho, sino lo que veo. Porque no soy lo que tú quieres, sino lo que soy. Y ahora mismo, ser, soy joven. Soy joven, pero no tonto. Y sé todo eso, que me decís con obsesiva insistencia.
Sé, porque tengo ojos y oídos, y cerebro, y corazón, que la vida pasa, pero esa realidad, no os da derecho a los adultos, ningún derecho, a meterle la quinta marcha a la mía, y a exprimir todas las posibles posibilidades que me brindáis. No se trata de eso. Quiero conjugar el verbo ser, y no el tener. No quiero, forzosamente, llegar a jefe, por mucho que tú te empeñes en que lo mejor del mundo es que no te manden, puede que lo sea para ti, yo, me conformo con sonreír, cada día, al levantarme.
Quiero que comprendas que cada uno tenemos una meta, y que la tuya, hayas llegado o no, no tiene porque ser la mía, es más, posiblemente esté lejos de la tuya.
¿Porqué correr dos veces la misma carrera, el mismo camino? Yo soy yo, y tú eres tú, ¿tan difícil es de comprender esto?
Que no quiero ser el mejor, ni el número uno, ni estudiar Derecho ó Medicina, que a mí, lo que me hace feliz es el dibujo, o la escritura, o símplemente, verte sonreír.
No olvidemos que los mismos jóvenes a quienes bombardean publicitariamente, con marcas de ropa, de bebidas, de coches, por considerarlos personas, vulnerables, y especialmente manipulables, son también las mismas personas, que por sus características, formativas y de otra naturaleza, poseen una lucidez mayor, para realizar y materializar propuestas creativas, desde las artes – música, artes plasticas, literatura a las ciencias teóricas o aplicadas (matemáticas, quimica, medicina, informatica…) . La juventud, es, y ha sido, la semilla de los cambios tecnológicos, sociales, políticos, científicos y artísticos de las sociedades.
…y me callo ya, que estoy empezando a parecerme a ti, con los sermones interminables. Éste ya lo acabo, no sin antes recordarte, que este finde me vas a ver poco por casa. Ya sé… ya sé…, que eso no es una novedad, pero sí lo es, que te voy a decir donde podrás encontrarme, a cualquier hora, desde hoy viernes hasta el domingo. No voy a moverme de esta Feria de la Juventud. Voy a romper la rutina a golpe de talleres de dibujo, gymkhanas, karaokes, campeonatos de futbolín, de ping-pong, diana y juegos de mesa. De grafitis, breakdance, fotografía, y hasta, para que te quedes tranquilo, de un taller de bebidas saludables. Y en los descansos me acercaré por los stands informativos (de la Universidad Pablo Olavide, del ciclo formativo de cocina, del área de deportes, del centro municipal de tratamiento de adicciones, del Área de Formación y Empleo, de Asociaciones juveniles y muchos más).
A propósito, rompe tú tu rutina. Ven y acércate. Curiosea.
Entérate, conmigo, o por tu cuenta, de lo que me gusta, a lo que juego, o como me divierto.
Y por favor, no olvides todo esto, con lo que hoy me he sincerado, que tú también fuiste joven, y sufriste de espinillas, y de desamores, y de los bajones a que nos someten los cambios hormonales. Y cuando pienses en mí, y te comas la cabeza, acuérdate de lo que dijo Roberto Chafar:

Debemos ver a los jóvenes, no como botellas vacías que hay que llenar, sino como velas que hay que encender”.

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